Por Gustavo Insaurralde
El día 06 de mayo, el presidente de la Conferencia de Presidentes de las mayores organizaciones judías (COP, por sus siglas en inglés), Stephen Greenberg, visitó la Argentina para mostrar el apoyo de la organización a su par argentino, Julio Scholesser, presidente de DAIA. En declaraciones a la Agencia Judía de Noticias, el líder político comentó: “[nuestra] delegación vino a apoyar a la comunidad judía argentina y sus instituciones comunitarias debido a los recientes eventos que aumentan el aspecto de antisemitismo (…) y las duras críticas dirigidas a líderes de la comunidad”.
La legitimidad de estas declaraciones recae en el carácter representativo que éste líder ostenta, en virtud de la representación delegada de las organizaciones mutuales que reúnen a las comunidades judías en nuestro país.
De esta manera, resultan útiles algunos conceptos aportados por Norberto Méndez (2010), quien considera al judío como “todo argentino que se califica de esa manera” (Méndez, 2010:10) y al referirse a la colectividad, alude a la diversidad de experiencias que este concepto puede englobar. Para el autor, ser judío en Argentina es una identidad religiosa, comunitaria y étnica. Lo comunitario es inminentemente ambiguo ya que en nuestro país se utiliza el concepto solamente como un indicio del carácter inmigrante de este colectivo. Tampoco es posible una homogeneidad étnica o religiosa: muchos judeoargentinos se consideran ateos o agnósticos, a la vez que resulta de gran dificultad determinar cuál es el lugar de procedencia de estos grupos.
Teniendo en cuenta esto, la política exterior de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la materia, se basó, primero, en un acercamiento debido al nuevo impulso otorgado a la causa AMIA en los foros internacionales. No obstante, la administración de Fernández realizó un viraje con la firma de un Memorándum de Entendimiento con Irán que contó con la férrea oposición de las organizaciones judías locales e internacionales.
Teniendo en cuenta las reticencias de la oposición política y de la comunidad judía al Memorándum, es interesante remarcar que la administración Fernández se valió de la diversidad dentro de la comunidad judía para utilizarlo a su favor. De esta manera, intentó promover el apoyo de otras organizaciones que actuaran por afuera de las organizaciones judías oficiales, como la Asociación de Víctimas de Atentados.
En la causa AMIA, la influencia de las organizaciones judías más relevantes es ineludible. Es por ello que la acción de organizaciones internacionales como la COP no resulta inesperada, mucho más luego de la sospechosa muerte del fiscal de la causa, Alberto Nisman, recientemente. Todo recae en un juego en el que la frontera entre lo doméstico y lo internacional se desdibuja, tal como anunciaba James Rosenau.