Por Gustavo Insaurralde
Durante la semana se dio a conocer un documento de la Oficina de Información del Consejo de Estado de China referido a la estrategia militar china. Si bien en dicho documento no se menciona a la Argentina, integrantes de partidos opositores se han manifestado ante la posibilidad de que esta nueva estrategia pudiese tener alguna relación con la base espacial que se instalará en Neuquén a partir de los acuerdos firmados entre China y Argentina. Puede analizarse este hecho desde, al menos, dos miradas: desde el punto de vista de la relación bilateral sino-argentina, y como resultado de la puja política-burocrática que pervive en cualquier política pública y, en este caso, la Política Exterior Argentina. Desde la primera óptica, durante los gobiernos kirchneristas se ha buscado llevar a cabo una política exterior autónoma y heterodoxa (Puig, 1984), en donde no se cuestiona la hegemonía de los actores centrales del sistema y se busca diversificar las relaciones internacionales de la Argentina. Dentro de esta estrategia, China es vislumbrada como un actor clave de cara a las posibles modificaciones en el sistema internacional y un elemento estratégico en la re-inserción internacional argentina posterior a la debacle institucional del año 2001. Lo que al principio se perfiló como un acercamiento coyuntural, generado a partir de la necesidad china de tener materias primas seguras para su proceso de transformación estructural, tanto como la necesidad argentina de colocar sus productos en un mercado de esta naturaleza y en un marco de aumento del precio de los commodities, se ha convertido en una forma mutua de participar en la construcción de la nueva institucionalidad internacional. A su vez, la relación con China demuestra cómo la política exterior no es una entidad monolítica, sin espacio para el disenso, sino que resulta de una pugna entre diferentes burocracias (Allison, 1969). Allison llama política burocrática a este modelo de toma de decisiones, en donde diferentes actores pujan por posturas que pueden incluso contraponerse a los dictámenes de otros sectores gubernamentales más prominentes. Cesarín (2007) analiza la PEA con respecto a China reconociendo que en la relación bilateral coexisten diversos actores intercediendo por políticas que los beneficien. En el caso de los actores parlamentarios, Cesarín afirma la importancia que ellos ocupan en la estrategia gubernamental ya que los grupos parlamentarios bilaterales funcionan como lubricadores de las relaciones bilaterales. Dado este nivel de diversidad de actores involucrados en el tema, no es casualidad que se promuevan cuestionamientos respecto a los proyectos promovidos desde el partido oficialista. Según Halperín y Clapp (2006) los actores gubernamentales tienden a realizar cálculos estratégicos sobre los temas que pueden llegar a interesar a la opinión pública. Estos cálculos incluyen tres objetivos: generar una imagen popular entre el electorado, denegar a un oponente potencial un tema mayor y atraer a grupos de interés particulares. Como consecuencia, en un año electoral, los actores políticos intentan llegar a una base más amplia de público, recurriendo temas en la agenda actual como la construcción de la base china en la provincia de Neuquén.