Por Gustavo Insaurralde
El día lunes 7 de marzo, la canciller argentina Susana Malcorra se reunió con su par boliviano, David Choquehuanca y con el presidente Evo Morales para realizar una serie de acuerdos que abarcan cooperación energética, temas fronterizos, narcotráfico y cooperación nuclear. Más allá del ejercicio de linkage politics que hacen los dos ministros, es interesante preguntarse qué lugar ocupa Bolivia en la estrategia internacional argentina y viceversa.
Si revisamos las declaraciones de principios de la administración Macri, las relaciones bilaterales con Bolivia responderían a cuestiones de reactivación económica para disminuir la pobreza y la cooperación para lucha contra el narcotráfico. De hecho, ya en las declaraciones anteriores a las elecciones, Macri anunciaba que la política latinoamericana resultaría una prioridad.
No obstante, si indagamos un poco más, la relación bilateral encarna diversos intereses que, dados los constreñimientos domésticos y externos, parecen aflorar de manera habitual.
Además de la cuestión fronteriza y de seguridad, Argentina sufre una marcada sensibilidad en asuntos energéticos con respecto a Bolivia. Debido al proceso de adopción de los principios neoliberales en los años noventa, la desregulación del sistema energético generó un proceso de desinversión en el campo petrolero e hidrocarburífero. A pesar de que la producción en esos años (1989-1999) aumentó casi a un 60% con respecto al período anterior, este crecimiento estuvo basado en la utilización de canales ya perforados y no en nuevos yacimientos. En períodos posteriores, la crisis se agudizó en gran medida por la saturación de estos canales y por la limitada capacidad estatal para poder revertir esta situación. De esta manera, si en estos años la Argentina era un exportador neto de gas, por ejemplo hacia Chile, para mediados del 2000 estaba sufriendo un grave déficit energético (Kosulj, 2000; De Dicco, 2004).
La cuestión energética se profundizó cuando Bolivia nacionalizó los hidrocarburos en el año 2005 y puso más condiciones para el comercio bilateral. El gas boliviano fue utilizado como un recurso de autodeterminación frente a sus vecinos regionales y generó una desavenencia en las estrategias energéticas de Brasil y Argentina. Desde ese entonces, estos dos países se encontraron con un estado con voluntad de utilizar sus recursos naturales como instrumento para la negociación bilateral (Vargas y Valdés-Ugarte, 2007; Norman, 2007; Tini, 2007).
Asimismo, la refundación estatal llevada a cabo por el presidente Evo Morales (2006-act) es relevante a la hora de analizar su política exterior hacia Argentina. Cuando se habla de refundación, se consigna el carácter estructural de los cambios en la relación estado-sociedad. Si el estado boliviano se caracterizó por una sociedad agrícola-extractivista apoyada por el Oriente boliviano, la relación actual se construye a partir de un estado activo, que utiliza los réditos de la competitividad de sus recursos naturales para fomentar la industrialización y generar políticas sociales que atemperen la situación de extrema de desigualdad que sufre sus habitantes. Por ello, no es casual que se busque elementos de desarrollo como la medicina nuclear (Ceppi, 2009; Quitral Rojas, 2014).
Es por ello que aunque la relación bilateral entre Bolivia y Argentina parezca definirse en base a consideraciones al corto plazo, ambos países parecen seguir sendas tendencias en política exterior que devienen de sus estrategias –y constreñimientos- a largo plazo.