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Foto del escritorObservatorio de Política Exterior Argentina

Venezuela y la coordinación política del Mercosur, el eterno problema

Por Gustavo Insaurralde

Esta semana fue noticia el comunicado lanzado por la Cancillería brasilera donde reconoce que Venezuela no cumplió con los mandatos obligatorios para su inclusión al Mercosur y, por lo tanto, no debería recibir la presidencia pro-tempore. Esta posición fue defendida por la Cancillería paraguaya y, de forma menos tácita, por sus contrapartes uruguaya y argentina. Por su parte, ésta última ha declarado que pondría en consideración la posición luso-paraguaya con respecto a la presidencia de los organismos políticos del bloque regional.

La crisis en el Mercosur tiene raíces históricas fortalecidas por las actuales modificaciones coyunturales. El sistema regional parece virar hacia un funcionamiento centrífugo, es decir, los estados latinoamericanos parecen forjar sus estrategias de política exterior mirando hacia la relación con potencias extrarregionales (Estados Unidos en el caso de México, América Central y el Caribe, China o el Pacífico para las naciones sudamericanas). Para autores como Malamud (2016) esto es el fruto del vaciamiento del sentido integrador. En un reciente libro reconoce que si bien es cierto que los gobiernos “progresistas” de la etapa anterior se vincularon con una mirada más integracionista, este proceso estuvo basado en gestos simbólicos y una construcción discursiva pero no en materialidades. De hecho, entiende que el nivel de interdependencia económica todavía es muy bajo y rígido y que la “voluntad integracionista” recayó en una agenda hacia la integración más que acciones tendientes a una verdadera integración física y comercial.

La PEA de Macri recoge esto y formula una agenda regional cuya centralidad está puesta en el acercamiento del Mercosur hacia al Pacífico, de manera discursiva pero no sustancial. De hecho, mientras cierta burocracia intenta pergeñar un acercamiento a la Alianza del Pacífico, Susana Malcorra afirma que el Mercosur debe ser profundizado como una unión aduanera. Es tema de debate posterior si esta lectura disímil se genera a partir de una lectura estructural del escenario regional o de una verdadera voluntad de cambio de las estructuras económicas existentes.

Este desfasaje entre la coordinación política y los cambios económicos están dentro del seno de la propia constitución del Mercosur. De hecho, existe un debate interesante en el campo de las relaciones internacionales sobre el éxito de la formación de este bloque regional. Aunque se le reconoce un éxito económico inicial, el nivel de integración productiva y de restructuración de la estructura exportadora no se ha modificado. No obstante, si consideramos al Mercosur como un espacio de cooperación política, es ahí donde se pueden presentar las mejores credenciales de éxito: la constitución de la ABACC (Agencia Brasilero Argentina de Contabilidad y Control de los Materiales Nucleares) como indicio de la cooperación pacífica en materia nuclear, la finalización de las hipótesis de conflicto. Estas medidas fungieron catalizadoras de la cooperación entre estos estados y el fortalecimiento de la región como un espacio de paz.

Venezuela, la falta de acuerdo entre los estados miembros plenos y el viraje centrífugo regional son hijos del desfasaje material y discursivo del bloque regional. Considerando estas opciones, la administración Macri no parece decidirse o actuar de manera proactiva. De hecho su inserción regional resulta en acciones inconexas fruto de una silenciosa voluntad de negociación en la situación interna venezolana o una falta de acuerdo interburocrático sobre las estrategias de respuesta a la misma.

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