Por Gustavo Insaurralde
Esta semana se dieron cita una gran cantidad de empresarios en el Foro de Inversión Argentina 2016, donde la administración Macri buscó promocionar a nuestro país como destino de inversiones extranjeras. Esta estrategia está enmarcada en la necesidad de incentivar el aumento de las inversiones extranjeras directas en la estructura económica para poder catalizar el producto, el empleo y, en última instancia, resolver los cuellos de botella generados por la falta de infraestructura física y energética.
Primero, lo evidente: para esta administración, las inversiones internacionales han ocupado un lugar central en la política exterior ya que denota una intensa agenda que busca la integración de nuestro país a los flujos globales de inversión. Esto genera, a nivel cotidiano, una puja interburocrática entre el área de producción y Cancillería como corolario de los mecanismos de gobernanza de estos temas. El equilibrio doméstico de este reeditado problema de la burocracia argentina se dirimió entre el Ministerio de producción, como el lugar donde se piensa la estrategia de inserción a estos flujos (con la Agencia Argentina de Inversión y Comercio Internacional), junto con Cancillería, entendida como el espacio “natural” de gestión y promoción de esta agenda por parte de las Embajadas. A pesar de estas cuestiones, la agenda de Cancillería, hasta la misma canciller, se pusieron al hombro este proyecto y el aumento de la inversión extranjera ha sido determinado como un tema primordial de esta política exterior.
Si dentro de la estrategia de dinamización económica promocionada por la actual administración, la inversión extranjera ocupa un lugar central, el Estado actual quiere constituirse como uno que adapta y direcciona tales inversiones. Esto conlleva una modificación rotunda de la aproximación al problema de la anterior administración, con una estrategia más centrípeta, es decir, más abocada a pensar a constituir una burguesía nacional que saldara los cuellos de botella de la economía argentina (Chibber, 2005).
Los resultados no parecen ser los esperados, pero la prioridad temática parece cumplirse. Según datos del Centro de Economía Política Argentina, del total de las inversiones esperadas, solo se recibió un 14% (de los 130000 mil millones se recibieron unos 18000 millones) Lo interesante de las inversiones recibidas por la actual administración es que tales inversiones, están vinculadas a grupos argentinos asociados a grupos extranjeros en áreas como la energética (especialmente minería y petróleo) y el sector de alimentos.
Las inversiones extranjeras son un tema de política exterior en la medida que conlleva cambios institucionales y de objetivos dentro del Estado, cuya aproximación es eminentemente hacia el afuera. Como tal, las inversiones pueden representar un riesgo y una oportunidad: riesgo, porque en su relativa centralidad se pierdan de eje otros temas de vital importancia en la política exterior; oportunidad, ya que abren el juego a la creación de mecanismos de gobernanza y podrían constituirse como herramientas de dinamización económica.