Por Gustavo Insaurralde
La semana pasada, el presidente Mauricio Macri recibió a su par brasilero, Michel Temer, para firmar una serie de acuerdos en materia de cooperación bilateral. A su vez, esa misma semana se llevó a cabo el plebiscito sobre el tratado de paz colombiano cuya victoria del no fue mínima pero sorpresiva para la comunidad internacional. Previamente, el presidente había asistido a la ceremonia oficial de la firma del acuerdo en la ciudad colombiana de Cartagena de las Indias. ¿Qué unen estas dos acciones que parecen subsidiarias a los intereses de inserción exterior argentina? Aunque las implicancias de la relación bilateral con Brasil y la solución del conflicto colombiano tienen impactos estructurales importantes en el esquema de opciones argentinos -una por ser una relación estratégica por constituirse eje primordial de gobernanza del panorama de la integración regional o por lo menos con Mercosur, mientras que la otra reduce la vulnerabilidad regional en materia de seguridad internacional- tales fenómenos son sintomáticas de una situación doméstica de gran impacto en la formulación de opciones exteriores: la crisis representativa del sistema político actual. En una reciente entrevista al programa TPN Internacional, Juan Gabriel Tokatlian afirmaba que la utilización de un plebiscito como forma de interpelación a la opinión pública es consecuencia de la falta de representatividad en el sistema político colombiano. De esta manera, el mensaje del elector es difusa y puede significar otras demandas, especialmente en un escenario donde la función de los partidos de representación de intereses está cada vez más desdibujada. Esto fue comprobado por Breuer (2009) en la medida que entiende que los mecanismos de consulta popular se constituyen como forma de solventar estos problemas de representación como consecuencia de dinámicas de fragmentación política (varios espacios en la competencia política) y un gobierno dividido. Esto es más claro en el caso de Temer. Su visita fue rechazada por organismos de la sociedad civil argentina quienes aducen que su llegada al gobierno tiene limitadas credenciales de legitimidad debido a un golpe parlamentario. El caso brasilero es típico en tanto que el nivel de fragmentación política es tan alto que mina su capacidad de representatividad. De esta manera, aunque el rechazo de su figura en los electores brasileros es abismal, el presidente brasilero parece no escuchar estas críticas y continua llevando a cabo una intensa agenda internacional. Lo interesante con Temer es que la política argentina, especialmente su política exterior, es vulnerable a estos cambios de manera sistémica en su calidad de socio estratégico y resulta de gran interés observar el desempeño actual: para algunos, pragmático, para otros, coherente con valores políticos e ideológicos comunes. La mención de esta variable doméstica en el análisis de política exterior viene a cuenta a comprender las dinámicas subyacentes de la formulación de políticas públicas en política exterior. Esta crisis de representatividad, en última instancia, influye de manera parcial, hasta constituirse en una condición estructural del proceso de toma de decisiones en cada país. De hecho, las estrategias internacionales no nacen en el vacío, necesitan interpelar a la sociedad civil (internacional, nacional, transnacional, como comunidad de intereses, como lobby corporativo, etc) y la interrelación es fluida y genera equilibrios coyunturales que modifican los esquemas y los resultados esperados por la burocracia especializada. Como consecuencia, es posible pensar que esta crisis de representatividad también afecta a la estructura de toma de decisiones en política exterior en cada relación bilateral, a pesar de que las instituciones se encarguen de constreñir los efectos de estos sectores sobre las mismas.