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Foto del escritorObservatorio de Política Exterior Argentina

El final del verano

Por Gustavo Insaurralde



La llegada de Trump al Salón Oval ha despertado grandes incógnitas en la política internacional. La preocupación reside en las bases de la política exterior, discutidas y caracterizadas por el nuevo presidente, tales como: el carácter estratégico de la arquitectura de seguridad hemisférica como la OTAN, las complicaciones en materia inmigratoria y los golpes mediáticos en materia comercial.

No obstante, a nivel estructural, los cambios no parecen acompasarse al nivel de verborragia del nuevo presidente. En un sugerente artículo en la revista Foreign Affairs, Joseph Nye Jr. explica que la crisis del orden liberal no es tal, sino un reajuste coyuntural. Para el autor, el orden actual, como cualquier otro, está basado en la cooptación de unidades estatales mediante la provisión de bienes públicos. Citando a George Kennan, entiende que el potencial industrial, al constituirse el orden liberal o la pax americana, fue el germen de la cooperación en materia económica y securitaria con sus actuales socios. De la misma forma, estas esferas de la cooperación son el germen de la continuidad. El autor habla de China y entiende que su potencial liderazgo no puede cambiar ese orden de cosas por las condiciones estructurales –superioridad militar estadounidense- y porque aprecia y entiende los beneficios del actual orden.

Si focalizamos el visor en la región, los vientos de cambio fueron más altivos, pero en un ritmo mucho más tenue del esperado. Sacando el honroso caso mexicano y la política migratoria, la aproximación norteamericana en la región goza de una inercia que genera cierta incertidumbre en las capitales latinoamericanas. Los espontáneos -pero alentadores para su base electoral- golpes comerciales afectarían los saldos exportables de la producción latinoamericana. Por ello, la preocupación de países con sendos tratados bilaterales de libre comercio como Colombia y Perú. No obstante, el patrón de relacionamiento entre los países vecinos sigue vigente, es decir, un sistema basado en relaciones centrifugas con potencias extraregionales.

Teniendo en cuenta estos datos, la pregunta del millón es qué espera la administración Macri del nuevo gobierno de los Estados Unidos y cuáles son sus estrategias frente a tales percepciones. Desde un primer momento, esta administración ha buscado puentes de cooperación con su par norteamericano. Esta acción fue acompañada con una suerte de liderazgo regional que acompasa este acercamiento con un posicionamiento liberalizador a nivel doméstico, siguiendo los términos de Martín Di Natale en La Nación. En una época de incertidumbre global, la administración Macri busca revitalizar y redecorar un Mercosur en clave aperturista del comercio intrarregional y de desarrollo hacia afuera, virando hacia el acercamiento con la Unión Europea y la Alianza del Pacífico. Las reuniones de las últimas semanas con Michel Temer y Michelle Bachelet responden a esas dinámicas.

El escollo de esta dinámica reside en la formalización de estas propuestas: las reformas implícitas requieren de un importante apoyo popular que no quiebre sus ansias de comandar tal proceso (constreñido por la inexistencia de una vocación globalista como sí tiene Brasil) y que a su vez no derrumbe la estructura económica local.

Por todo ello, 2017 es un año bisagra en la política exterior argentina porque parece enmarcar la consagración de una percepción de la región y del propio sistema internacional, todo ello en un año electoral. En un mundo que parece cambiar lentamente, la actuación del último verano de la actual administración genera muchas incógnitas.

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