Por Gustavo Insaurralde
Esta semana, la canciller Susana Malcorra recibió a sus pares Eladio Loizaga de Paraguay, Rodolfo Nin Novoa de Uruguay y el recientemente nombrado canciller brasileño, Aloysio Nunes. En esta reunión se definieron los parámetros de negociación conjunta que tendrán los países del Mercosur frente al diálogo para la firma de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. La canciller destacó la importancia de fomentar acciones que fortalezcan el mercado interno intrabloque mediante “la eliminación de barreras al comercio y al tránsito, la armonización de cuestiones fitosatinarias y el avance en los acuerdos de inversiones”.
Con la voluntad de negociar con la Unión Europea, la política exterior argentina ligada al Mercosur parece evocar la propuesta electoral del actual presidente. De esta manera, el Mercosur se transformaría en una plataforma de inserción global de sus miembros y un incentivo para promover el acercamiento con otros bloques regionales como la Alianza para el Pacífico y la Unión Europea. Esto parece tener lógica -o puede leerse como una consecuencia de una influencia estructural sobre las unidades estatales- dentro de una dinámica regional que explicita sus proyectos de inserción internacional vinculación estrictamente vinculadas a potencias extrarregionales. No es casual, entonces, que frente al eminente fracaso del proyecto liberalizador del TPP con Estados Unidos, los países del Pacífico estén buscando fortalecer la asociación con países como China.
En un sugerente artículo publicado esta semana por el matutino O Globo, Andrés Malamud y Octavio Amorim Neto afirman que el Mercosur tiene una oportunidad histórica de fortalecerse a través de incentivar la cooperación con México. En otras palabras, como consecuencia de la (no) política latinoamericana de Donald Trump, México podría buscar fomentar alianzas regionales con países sudamericanos y, de esta manera, bloques como el Mercosur podrán fortalecer su posición global a través de este tipo de asociaciones. Es por ello que instan a crear mecanismos de inclusión e institucionalizar este cambio, como por ejemplo, mediante su nombramiento como miembro asociado del Mercosur.
Si leemos la letra chica de la propuesta de estos politólogos, lo que reafirman es la emergencia aperturista, global y centrípeta de las políticas exteriores latinoamericanas. Pero lo que algunos autores ven como la destrucción paulatina de la integración, Malamud y Amorim Neto lo visualizan como una oportunidad para fortalecer el proceso integrador, inmerso en un desarrollo hacia afuera del bloque.
La propuesta de Amorim Neto y Malamud coincide con la postura de la Cancillería Argentina y denotan el descredito del proceso endógeno regional para el desarrollo presentado por los gobiernos del giro a la izquierda. No obstante, esta propuesta podría presentarse como un dilema, especialmente en una comunidad internacional que se está arriesgando poco a la hora de fomentar los lazos de cooperación debido a la incertidumbre que sobrevuelan los procesos políticos que, en época anteriores, se mantenían estables.