Por Gustavo Insaurralde
Esta semana se llevó a cabo la reunión del Foro Económico Mundial en América Latina (WEF por sus siglas en inglés) donde Argentina fue sede de la cumbre. En él se reunieron miembros del establishment local e internacional para debatir sobre las oportunidades de negocios y perspectivas económicas de la región. Durante el mismo período de tiempo, el día jueves 06 de abril, se realizó el primer paro general contra la administración Macri, cuyo reclamo base recaía sobre las consecuencias sociales de las políticas económicas del actual gobierno.
En esta reunión del WEF se llevaron a cabo diversas negociaciones como la firma de un acuerdo bilateral de exportación de vehículos a Colombia y el inicio de tratativas para un acuerdo de cooperación entre el Mercosur y la Alianza para el Pacífico. Estas actividades se suman a las declaraciones de la canciller, Susana Malcorra, planteando que el tema de la educación en el siglo XXI será el foco de la reunión del G20 que organizará nuestro país el año que viene.
El hecho de organizar el Foro Económico Mundial, como la búsqueda de complementación con la Alianza para el Pacífico, responde a una necesidad de utilizar estos espacios institucionales para fomentar la liberalización de la estructura económica argentina, adaptándola a las necesidades globales. Si a esto sumamos la eventual firma de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, la agenda exterior parece determinarse a partir de la expresa necesidad de la actual administración de fomentar la inserción en las cadenas de inversión internacional. De esta manera, la organización de estos eventos o la propulsión de este tipo de acuerdos son instrumentos de esta “inserción inteligente”, como pronunció el ministro de Producción, Francisco Cabrera.
No obstante, como planteamos anteriormente, esta agenda top down, es decir, de las elites económicas financieras hacia abajo, necesita encontrar mecanismos que interpelen las fuerzas sociales para tener éxito. La imbricación de estas dinámicas requerirá de un elevado consenso sobre la transformación productiva del país, la especialización temática en algunos rubros, el acuerdo de protección sobre otros y la propulsión de las actividades vinculadas a la innovación.
En el actual escenario, donde ciertos grupos cuestionan las condiciones sociales parecen generadas por la actual situación económica y, aunque no explícitamente, la agenda exterior del actual gobierno, resulta difícil llegar a formular un consenso sobre estos temas estratégicos. La fortaleza política del gobierno de cara a las próximas elecciones de medio término resultará en el termómetro de base que determinará las opciones estratégicas de cada uno de los actores implicados en esta dinámica y denotará la fortaleza de estas acciones para el devenir internacional de nuestro país.