Por Gustavo Insaurralde
Esta semana, la compleja situación venezolana fue noticia en los medios nacionales. En la jornada del martes 18, dos jóvenes fallecieron en la marcha contra el gobierno de Nicolás Maduro. El presidente Mauricio Macri criticó al régimen y lamentó las muertes vía la red social Twitter e instó a la región a buscar soluciones conjuntas para garantizar una salida al conflicto.
Más allá de la lejanía ideológica de los dos regímenes, factor que explicaría las duras críticas del presidente argentino a su par venezolano, presidentes como Tabaré Vázquez de Uruguay comienzan a interpelar espacios institucionales para poder solventar la crisis. Esta semana las declaraciones del presidente Vázquez a diarios del vecino país, definiendo a Venezuela como “un drama”, tuvieron amplias repercusiones a nivel doméstico y regional. Como consecuencia, las declaraciones del presidente argentino se inscriben dentro del consenso regional, crítico a la situación venezolana.
El juego doméstico argentino también toma esos datos sistémicos y regionales y los posiciona en el tablero político nacional. Esta semana, el oficialismo buscó llamar a sesiones para tratar el tema de Venezuela, pero diferentes sectores del peronismo y otros partidos de la oposición no han dado quorum a la sesión. Por un lado, el oficialismo acusó al peronismo, en especial a la facción del Frente para la Victoria, de defender al régimen chavista mediante la poca participación a las actividades condenatorias relacionada al mismo. Por el otro, estos diputados han declarado que esta sesión, en un año de pocas sesiones ordinarias por el año de elecciones, no responde a una mera cuestión condenatoria o técnica dentro del Congreso, sino que surge de la necesidad de fomentar un amplio respaldo condenatorio con miras a la reunión que llevará a cabo el presidente con su par norteamericano, Donald Trump. La actuación del Congreso sigue los patrones de comportamiento en política exterior de gobiernos divididos (Milner, 1997), es decir, cuando el partido gobernante no es mayoría en el legislativo, el debate sobre política exterior se ve afectado por el poder de influencia del partido de mayoría sobre las temáticas en cuestión y su eventual vinculación a temas domésticos.
La posición de Estados Unidos juega un rol esencial dentro de las definiciones de política exterior con respecto a Venezuela. Tanto la postura de la oposición como el eventual encuentro con Trump son un argumento sobre el cual se escuda la oposición argentina como el propio régimen chavista (evidenciada en los numerosos editoriales en los medios oficiales venezolanos) del supuesto completo alineamiento de la política exterior de Cambiemos a los intereses de Estados Unidos y al imperialismo mundial. A pesar de que esta mirada resulta un poco simplista, lo cierto es que el presidente argentino intenta posicionarse como un líder en la región en la solución de los problemas venezolanos y busca la anuencia de la Casa Blanca para poder realizar una vinculación temática entre objetivos estratégicos entre ambos países. Es cuestión de debate las causas últimas de tal injerencia: ¿intereses estratégicos o coyunturales?
Como consecuencia, la crisis venezolana nos afirma que existe una clara vinculación entre política doméstica, diferencias de percepciones, objetivos domésticos en política exterior y cambios regionales. De esta manera, la respuesta argentina a la crisis venezolana da cuenta de la importancia de la multiplicidad a la hora de analizar un fenómeno y de cómo tales factores influyen y hacen difícil la conjugación de procesos de articulación de la política exterior.