Por Priscila Pretzel
La importancia que el vínculo con los Estados Unidos tiene para la gestión de Mauricio Macri ya había sido expresada a inicios de su mandato por la canciller argentina cuando expuso que tener una relación madura e inteligente con la primera potencia del mundo iba a ser una variable relevante de política exterior del nuevo gobierno.
Cabe preguntarse si Macri podría ser un interlocutor regional de Estados Unidos y por qué Trump confiaría en él, teniendo en cuenta el apoyo explícito que hizo en la campaña a la entonces candidata, Hillary Clinton.
Para dilucidar esto, hay que partir de la base de que la política migratoria de Trump junto con su intención de construir el muro en la frontera con México, ha erosionado la relación con el presidente Peña Nieto. Por otra parte, Brasil, quién fue aliado de los Estados Unidos desde la segunda Guerra Mundial, está inmerso en una profunda crisis política e institucional y otros países como Colombia, Perú o Chile no tienen una gravitación regional de peso. Tales podrían ser aspectos a tener en cuenta para reconsiderar a la Argentina de Macri como un posible actor clave para romper con el eje bolivariano.
Respecto a la región, ambos mandatarios han coincidido en la gravedad de la situación de Venezuela: lideraron las reuniones dentro de la Organización de Estados Americanos (OEA) convocando una la consulta de los cancilleres para tratar la situación de ese país y recibieron a Lilian Tintori, la esposa del opositor preso Leopoldo López. El primer mandatario argentino, por su parte, también ha reclamado constantemente la vigencia de los derechos humanos y políticos en Venezuela promoviendo a través de la figura de la canciller Malcorra la suspensión de dicho país del Mercosur.
Adicionalmente, es de público conocimiento que Macri fue recibido en la primera visita oficial a Trump en un clima de distensión y cordialidad no visto previamente hacia otro presidente en los primeros 100 días de su mandato. Asimismo, el magnate norteamericano expresó su beneplácito por el creciente papel de liderazgo de la Argentina en el escenario mundial y por las reformas políticas y económicas recientemente implementadas. Del resultado del encuentro, se deduce que la relación bilateral entre ambos países converge en la lucha contra el narcotráfico y la corrupción, un impulso al comercio e inversiones, las negociaciones para levantar las restricciones al ingreso de limones argentinos y la desclasificación de documentos secretos del Departamento de Estado sobre las violaciones a los derechos humanos en la Argentina durante la última dictadura militar.
Teniendo en cuenta lo dicho previamente, es importante mencionar que Argentina debe definir con claridad qué rol jugará regionalmente. En la década del 90, el eje fue el realismo periférico, la búsqueda de relaciones carnales con Estados Unidos y el apoyo al Consenso de Washington. Durante los gobiernos kirchneristas, se apostó a la autonomía heterodoxa con un acercamiento a los países de Latinoamérica por encima del relacionamiento con Washington, lo cual pudo verse en la oposición al proyecto del ALCA, en la creación de UNASUR y CELAC, entre otros. Las definiciones sobre el rol de Argentina en la región durante el gobierno de Macri están aún incompletas. Algunos interrogantes que continúan sin respuesta son: ¿buscará Macri tener un mayor liderazgo regional? ¿Tendrá como propósito oficiar como interlocutor de Estados Unidos en la región? ¿Qué papel tendrá la Argentina en la crisis política de Venezuela? En este contexto, cabe notar que está más vigente que nunca una vinculación de cuestiones donde el accionar de la Argentina respecto a alguno de los diversos temas de la agenda bilateral podría impactar seriamente sobre los otros.