Por Gustavo Insaurralde
A pesar los indicios de cooperación en el diálogo político y posterior a la visita del vicepresidente Mike Pence, el Departamento de Comercio de Estados Unidos anunció que impondría una arancel del 56% para la exportación de biodiesel argentino. Esto tomo por sorpresa a diversas agencias encargas de las promoción de la canasta exportadora en el exterior y los organismos encargados de la política exterior comercial.
Más allá de la modificación extrema del curso en la relación bilateral, la medida tomada por el gobierno norteamericano parece razonable teniendo en cuenta diversos aspectos de su actual inserción internacional. Esencialmente, la política exterior estadounidense no es unívoca sino que interpela diversas agencias y resulta en una política mancillada e influenciada por las pugnas internas que se establecen dentro de las mismas. De esta manera, a pesar de que el alto diálogo político es coyunturalmente cooperativo y esta a su vez se encuentra apoyado por grandes compañías vinculadas especialmente al área de servicios, la política exterior argentina también se ve influenciada por el poder de lobby de productores de biodiesel norteamericanos quienes, coaligados en el National Biodiesel Fair Trade Coalition, impusieron su posición frente a sus competidores directos, es decir, Argentina e Indonesia. Como consecuencia, una política exterior no es homogénea sino todo lo contrario. El biodiesel y la imposición de estos aranceles, que superan el solicitado por el lobby en contra del biodiesel argentino, dan cuenta de este fenómeno.
A nivel de las definiciones esenciales de la política exterior tampoco es sorprendente este tipo de actuación. En la columna anterior resaltamos la complicada conjugación de intereses a las cuales la administración Macri debería interpelar a la hora de acercar su posición con la norteamericana. Como consecuencia, las unidades estatales deben redefinir sus acciones hacia la potencia del norte teniendo en cuenta que la política exterior norteamericana está pasando por su fase neo-nacional (Badie y Foucher, 2017) De esta manera, la actual imbricación de la lógica global incluye la redefinición de la hegemonía global norteamericana mediante la estructuración de opciones estratégicas compartidas. Si bien esto no significa un relevamiento directo o un “cambio hegemónico”, abre oportunidades estructurales pero aumenta significativamente los costos de la participación en los asuntos globales. De hecho, puede observarse que al largo plazo, este tipo de definiciones generan fenómenos interesantes como las microdefiniciones de intereses nacionales que sortean la definición macro de la política exterior. No solo sucede esto a nivel agrícola, sino también en otras esferas como con la política climática y la creación de la Alianza Climática de los Estados Unidos (conformada por trece estados nortamericanos) que busca incentivar la aceptación de los preceptos del Acuerdo de Paris en sus territorios.
Como se mencionó, el juego donde se debe asentar la política argentina del biodiesel -si es que existe una como se pregunta Zelicovich en El Cronista (http://www.eleconomista.com.ar/2017-08-una-politica-exterior-biodiesel/)- debe establecerse a diferentes niveles: a escala estructural, de acuerdo a los devaneos globales de las unidades que conforman el sistema internacional, a nivel microglobal o “glocales”, es decir, en la conjugación de dinámicas “locales” y globales al mismo tiempo y doméstico, en una conjugación de las fortalezas productivas argentinas y los objetivos macro de política exterior.