Por Gustavo Insaurralde
Esta semana se anunció la llegada de cuatro aviones Texan II de los 12 que le compró el Gobierno Nacional a Estados Unidos. Estos aviones serán recibidos por el actual ministro de Defensa, Oscar Aguad en la ciudad de Córdoba. Según declaraciones del Ministerio de Defensa, estos aviones serán utilizados para tareas de entrenamiento de la Fuerza Aérea Argentina, aunque no se descarta su utilización para el monitoreo de fronteras.
La cooperación militar es uno de los puntales más importantes de cooperación con Estados Unidos de la administración Macri. Esta cooperación parece disgregarse en dos acciones: en primer lugar, la cooperación en materia de formación de recursos humanos y por otro lado, la cooperación en materia técnica, es decir, la compra de materiales para las diferentes fuerzas armadas argentinas. En el primer caso, Argentina fue incluida en el programa SPP (State Partnership Program) el cual es un acuerdo bilateral con la Guardia Civil, en este caso del Estado de Georgia, con el objetivo de brindar asistencia técnicas en materia de seguridad de fronteras, medicina militar y desastres naturales. A esto se podría sumar los posibles entrenamientos conjuntos de la Armada Argentina en la Patagonia en tareas de rescate de personal y control marítimo; entrenamiento que requiere de la aprobación del Congreso debido al ingreso de tropas extranjeras al territorio nacional.
De acuerdo a la asistencia en material militar, la actual administración impulsa un cambio radical a la anterior administración, especialmente en el caso de la aviación. En primer lugar, según el Libro Blanco de la Defensa (2015), la política de adquisición de material de defensa se debería conformar a partir de la generación de un sistema de defensa que se articulara con el sector científico acompañado de la construcción de alianzas con socios regionales. El resultado de la misma resultó, no obstante, en la adquisición de material bélico de Brasil y no se impulsó un plan de articulación del sistema de defensa y científico, más allá de casos aislados como el Programa Pampa Azul. Actualmente el cambio reside en la conjugación de un marco de alianzas más diverso que incluye socios militares tradicionales, como el caso chileno y los países vecinos por las misiones de paz, con un fortalecimiento de la cooperación en asuntos internos en seguridad y en defensa con Estados Unidos.
Como consecuencia de estas modificaciones, la política exterior en este ámbito recibe un cambio constitutivo que genera una serie de interrogantes. En primer lugar, el lugar de Estados Unidos en la construcción del proceso de gobernabilidad de los temas en defensa y seguridad. En segundo lugar, plantea ciertas incógnitas relacionadas a un posible desdibujamiento de la línea divisoria entre seguridad y defensa.
Esto, en última instancia, parece indicar la voluntad actual de mejorar las relaciones bilaterales, en tiempos donde los límites estructurales, especialmente en materia económica, obstaculizan la articulación cooperativa con el país del norte.