Por Gustavo Insaurralde
Esta semana se llevaron a cabo las elecciones legislativas de medio término. De acuerdo a los resultados parciales, Cambiemos fue la ganadora en términos absolutos –teniendo en cuenta la cantidad de votos recibidos, siendo mayoría en 13 de las 24 provincias argentinas. Estos resultados generan un impulso mayor al actual gobierno ya que aumenta un 52% el número de miembros del partido oficial en ambas cámaras, constituyéndose en la primera minoría en el Diputados y segunda en Senadores.
La celebración de esta elección es una buena oportunidad para conocer y determinar la influencia de los actores legislativos en la política externa. De esta manera, podemos abordar esta disimilitud a partir de la evaluación de la propia influencia y a su vez, la existencia de temáticas que circunscriben las diferencias en el campo político, es decir, clivajes temáticos desde donde se crean los equilibrios a niveles partidarios en el Congreso. Teniendo en cuenta el primer punto, en columnas anteriores hemos hecho referencia a las posiciones encontradas entre las perspectivas que tienen una visión limitada de la influencia del Congreso y las que no. Los que defienden un poder legislativo sin ninguna influencia, formulan que el sistema de toma de decisiones está tan focalizado en el Ejecutivo que resulta difícil que el Congreso pueda tener alguna injerencia en el proceso (Lindsey, 1992, Valdivieso, 2007, et all). Por otro lado, otros autores consideran que hay prerrogativas constitucionales que fortalecen la influencia del Legislativo en la política exterior por vías indirectas como los pedidos de informes o el control de presupuestos estatales (Wittcoff, Jones y Kegley, 2008)
Con respecto a los clivajes, podemos observar que existen dos problemas estructurales asociados: en primer lugar, la legislación asociada a la política exterior es esencialmente declaratoria (63%) frente a normativas coercitivas (20%) y regulatorias (17%) según Gómez y Sánchez (2014) sobre un relevamiento focalizado en legislación asociada a Malvinas. En segundo lugar, en un esquema global de desarticulación programática de los partidos, especialmente los tradicionales, la conformación de clivajes partidarios en temáticas de política exterior resulta de difícil construcción en la medida que no solo la centralización temática y simbólica del partido pasa por un proceso de erosión sino que además compite con los propios equilibrios políticos coyunturales y los intereses regionales que forman parte de su carácter representativo en sus distritos de origen. Esto significa que si bien existen instrumentos que fomentan la apropiación legislativa de temáticas de política exterior y vías indirectas de influencia sobre ellas, estos factores (la decentralidad simbólica de los programas partidarios y la poca fortaleza de los instrumentos indirectos de influencia) limitan la creación de fuertes clivajes.
De esta manera, a nivel estructural, el sistema de toma de decisiones en política exterior estará limitado a los mecanismos indirectos que constitucionalmente posee el poder legislativo. A su vez, dados los factores que constriñen la construcción de visiones partidarias per se, más allá de elementos declarativos, se pueden difuminar la construcción de clivajes propiamente dichos y generar un posicionamiento particular de acuerdo a la visión cada legislador individual.