Por Gustavo Insaurralde
Esta semana se anunció el nombre del nuevo embajador argentino en Estados Unidos, Fernando Oris de Roa. A su vez, también se publicó la designación de representantes en otros países u organismos internacionales, como el nombramiento del ex ministro de agroindustrias, Ricardo Buryaile, como embajador en la Unión Europea, y de nuevas figuras en el gabinete nacional.
Tales designaciones comprenden una intensa articulación entre la agenda doméstica y la política exterior. Si tomamos el caso del embajador designado a Washington, notaremos un perfil empresarial de uno de los productos con mayor competitividad en la canasta exportadora, la producción frutihortícola. Según la FAO, Argentina ocupa el tercer lugar de producción de limones a nivel mundial y quinta si se toma en cuenta el complejo frutihortícola. No obstante, este complejo ocupa el 5º lugar en la canasta exportadora con un solo con un 4% de las exportaciones.
El perfil de Oris de Roa también tiene otras aristas interesantes. La trayectoria profesional del mismo, alejado de las figuras diplomáticas, como Jorge Arguello, o políticas como el último embajador o Cecilia Nahón, parece emular la figura del Secretario de Estado del país que funciona como receptor. Si ubicamos el foco en este tipo de factor, autores como Sestanovich (2017) o policy advisors como Chollet (2017) se preguntan si este tipo de perfiles contribuyen a la formulación de una política exterior sensata o si, en realidad, respondían a dinámicas de contracción diplomática global, sin una respuesta contundente.
Más allá de las digresiones sobre el perfil del nuevo embajador, existe una referencia de acompasar el acercamiento a Estados Unidos bajo un esquema especializado en la producción agrícola. Indefectible, esto trae consecuencias a nivel doméstico ya que definen nuevos equilibrios vehiculizados a partir de cambios ministeriales, como el nombramiento del, ex presidente de la Sociedad Rural Argentina como Ministro de Agroindustrias, y a su predecesor como embajador en la Unión Europea. En último instancia, parece indicar la cooptación de los conglomerados agrícolas en la gestión de la agenda exportadora y su influencia en la política agraria.
Sin embargo, estas acciones que tienden a beneficiar la articulación entre los intereses privados y la política externa tienen desafíos importantes especialmente frente a las producciones tradicionales focalizadas en las economías regionales. Esto se puede observar en la aplicación de una próxima reforma impositiva, cuyas modificaciones afectarían de sobremanera a sectores productivos focalizados como la industria vitivinícola. Este tipo de paradojas es importante de responder a la hora de analizar la agenda exterior, más cuando la misma parece definirse en términos estrictamente económicos.