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Foto del escritorObservatorio de Política Exterior Argentina

Argentina y la diplomacia del fútbol

Por Alejandro Álvarez Ramírez



El fútbol, al igual que otros deportes, ha servido tanto para limar asperezas cómo para reavivar o acrecentar tensiones entre Estados. Durante la fase clasificatoria del Mundial de México de 1970, el ya caldeado ambiente entre El Salvador y su vecina Honduras, derivó en una guerra detonada por la violencia en los partidos. Las tensiones socio-económicas entre ambos Estados entraron en combustión a lo largo de tres partidos de fútbol, dando inicio a una violenta guerra de cuatro días.

Pero el fútbol no ha sido solo amplificador de conflictos, el Mundial de 2002 sirvió para la armonización de las relaciones entre sus organizadores, Japón y Corea. Las NNUU consideran a todos los deportes –entre ellos el fútbol- como herramientas para promover la paz, la tolerancia, y el desarrollo en el marco de la Agenda 2030.

Argentina y el fútbol comparten una relación simbiótica en la manera en la que resulta extraño hacer mención del uno sin el otro. El deporte por excelencia en las islas británicas caló hondo entre la población local cuando los primeros colonos instauraron su estilo de vida en Argentina a mediados del siglo XIX. Prueba de la buena adopción del fútbol en Argentina es la Asociación de Fútbol Argentino, la primera en fundarse en Sudamérica y la primera de la región en incorporarse a la FIFA.

La fuerte rivalidad entre las selecciones de Inglaterra y Argentina se remonta al disputado y violento enfrentamiento del mundial de 1966 en Londres. Cuatro años después de que Argentina se retirase de sus reivindicadas Islas Malvinas, Maradona se tomó la justicia -literalmente- por su mano y echó del Mundial a una gloriosa Inglaterra en cuartos de final. Las pasiones que ésta victoria a modo de revancha levantó, ejemplifican que lo sucedido fuera del terreno de juego pudo revertirse dentro de éste, sin embargo lo sucedido en el campo no tuvo tal impacto en la subsecuente Política Exterior.

Un encuentro protagonizado por Evo Morales y Macri, marcó el fin de la era Kirchner y la entrada de una nueva fuerza la casa Rosada. Pese a la pasión por el fútbol que ambos mandatarios comparten, las actuales tensiones distan de lo futbolístico y se deben más bien a otros asuntos. Esto evidencia las limitaciones del fútbol, un tema muy recurrente en las conversaciones de Macri con Presidentes. El fútbol tampoco ha incidido en la relación entre Argentina y su vecino Brasil. Todo indica que existen aspectos que modelan la Política Exterior Argentina los cuales se encuentran fuera de la órbita de influencia del fútbol.

Otro caso anecdótico fue la victoria de los charrúas contra Argentina en la final del Mundial que Uruguay albergó en 1930. Tras ello aficionados argentinos trataron de asaltar la embajada uruguaya en Buenos Aires, provocando la ruptura entre ambas federaciones y afectando a las relaciones diplomáticas. Esta ocasión sí que dio prueba de que lo sucedió en la cancha pudo repercutir en la Política Exterior de ambos Estados, pero no permanentemente. A día de hoy, las tensiones se mantienen en el césped pero no en las mesas de toma de decisiones de ambos Estados.

Más reciente es el caso de la cancelación del partido entre Israel y Argentina el pasado mes de junio. Fuentes pro-palestinas tildan de éxito a su campaña de presión para impedir que Argentina jugase en Tierra Santa contra Israel. Otras informan que Argentina canceló su presencia ante las graves amenazas que recibieron sus jugadores. A parte del valor político que puede tener que la albiceleste juegue en Jerusalén tras el aumento de tensiones en la región, el estado Argentino no apuntó cuestiones políticas para cancelar el partido sino simplemente al ánimo de los jugadores. Esta cancelación no ha dañado las relaciones a nivel económico y comercial entre ambos Estados pero tal acontecimiento tuvo repercusión en la Política Internacional dada la efervescencia del conflicto en Oriente Medio. Este hecho debe verse en el contexto de la decisión del Presidente Trump de trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén y la sintonía con Macri, manifestada en distintos gestos y declaraciones de ambos.

La geopolítica también se vive en el graderío y terrenos de juego. Sin embargo, la relación causa-efecto entre el fútbol y la política internacional; no se vive de manera bidireccional por normal general. En otras palabras, es cierto que la política puede repercutir directamente en los terrenos de juego del principal deporte de masas, pero difícilmente lo sucedido en el campo, se extrapola a la Política Internacional. El fútbol puede reavivar fantasmas del pasado o acrecentar ciertas tensiones, pero no es el epicentro de guerras o enfrentamientos entre Estados. Lo que en verdad ofrece este deporte, es un escenario paralelo dónde los Estados pueden plasmar sus tensiones sin que esto tenga un impacto real en sus relaciones.

En el caso de Argentina queda claro que el fútbol no ha tenido poder suficiente como para influir en su actual Política Exterior. Las buenas relaciones con Brasil y la inexistencia de represalias tras la cancelación del partido contra Israel, son prueba de ello. Veremos que depara el futbol para Argentina y su Política Exterior, especialmente si el mundial de 2030 se disputa finalmente en Argentina, Uruguay y Paraguay.

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