Por Antonela Busconi
El 3 de octubre Women 20 (W20) presentó sus recomendaciones finales para que sean tenidas en cuenta en la Cumbre del Grupo de los 20 (G20) a realizarse a fines de noviembre. Estas recomendaciones buscan promover el desarrollo económico de las mujeres a través de cuatro ejes: la inclusión laboral, la inclusión digital, la inclusión financiera, y la inclusión de la mujer rural.
En término generales, las recomendaciones se centraron en la igualdad de género como eje transversal a los cuatros planteados. En este sentido, se apuntó a que los Estados del G20 aceleren el ritmo de implementación del compromiso ya asumido de reducir la brecha salarial en un 25% para el año 2025. Además, con el objetivo de aumentar y mejorar la participación de mujeres en la fuerza laboral se propusieron políticas de licencia parental obligatoria remunerada, reforzar las regulaciones que protejan a las mujeres de todo tipo de violencia en el ámbito laboral y analizar el futuro de trabajo desde una perspectiva de género.
Asimismo, las delegadas del W20 recomendaron que se garantice la inclusión financiera mediante la igualdad de acceso de las mujeres a los créditos, los servicios financieros, el patrimonio y los mercados y diseñar iniciativas para mejorar su capacidad financiera, jurídica y emprendedora. Para alcanzar la inclusión digital, se sugirió que se eliminen las barreras que enfrentan las mujeres para el acceso y uso de las tecnologías, sobre todo, a través de programas educativos inclusivos .
En lo que respecta a la inclusión de la mujer rural, se conminó a que se garantice el acceso de la mujer a la educación, salud y servicios legales en áreas rurales y la inversión en infraestructura para el desarrollo rural. Así también, se recomendó asignar o aumentar fondos que fortalezcan cooperativas, emprendimientos, organizaciones y cadenas de valor.
La agenda del W20 si bien presenta recomendaciones necesarias para la igualdad de género sigue siendo restrictiva y limitada en muchos aspectos. En primer lugar, las propuestas del W20 se presentan difíciles de conseguir en un contexto inflacionario y de medidas de ajuste que afectan a la mayor parte de la población y particularmente, a las mujeres. No podemos dejar de lado que quienes lideran este grupo de afinidad son personas designadas por cada gobierno nacional, por lo que suelen coincidir con sus intereses. La presidenta del W20, Susana Balbo, no sólo representa a un estrato de la alta sociedad empresaria de su provincia sino que, además, posee una cercanía política con el actual presidente de Argentina ya que renunció a su banca como diputada del partido político “Cambiemos” para cumplir con sus obligaciones como Chair del W20.
En segundo lugar, las reuniones se llevan a cabo en lengua inglesa, idioma ajeno y no comprensible para los grupos de mujeres indígenas y rurales cuya calidad de vida laboral, educativa y social se busca mejorar. Asimismo, el panel donde se debatió la inclusión de las mujeres rurales estuvo moderado por una empresaria y el resto de las participantes pertenecían al mismo rubro empresarial y de negocios. En América Latina y el Caribe, donde gran parte de la población rural está integrada por comunidades indígenas, las mismas no estuvieron presentes en este panel por lo que se mantuvieron invisibilizados los problemas que afrontan tales como pobreza, precariedad y violencia, entre muchos otros.
En tercer lugar, entre las recomendaciones destinadas a mejorar la participación de las mujeres en el empleo, y en una coyuntura en la cual desde la sociedad civil se promueve, se visibiliza y se difunde el respeto a la diversidad sexual, no se tuvo en en cuenta la situación del colectivo trans y travesti quienes se ven afectados por alta tasas de desempleo, precariedad y discriminación.
La situación de las mujeres y del colectivo LGBTTTIQ en América Latina están atravesadas por diferentes formas de opresión conforme a su realidad histórica, cultural, social y económica. Construir una agenda de género en la región implica entonces considerar la situación de pobreza y discriminación de las mujeres negras, indígenas, campesinas, no blancas, lesbianas, trans, esto es, contextos locales particulares pertenecientes a las mujeres del mundo en desarrollo.
Estas realidades locales no se vieron reflejadas en los paneles y debates del W20 por lo que resulta difícil pensar que sus recomendaciones puedan generar una agenda de género orientada al crecimiento económico sostenible e inclusivo y al empoderamiento de mujeres y niñas.