Por Florencia Bonanno
A lo largo de la historia, la energía atómica (también conocida como nuclear) ha sido protagonista de episodios catastróficos en donde se destacan las explosiones de Hiroshima y Nagasaki durante a la Segunda Guerra Mundial; así como también quedará por siempre grabado en la memoria colectiva el accidente nuclear en la central ucraniana de Chernóbil (1986) y la catástrofe de Fukushima (2011). Sin embargo, para evitar mayores incidentes que pongan en peligro la vida de la humanidad, la Comunidad Internacional estableció el uso pacífico de la energía nuclear en mejores condiciones de protección, seguridad y no proliferación, conformes a los principios y propósitos establecidos en la Carta de Naciones Unidas. En este sentido, han surgido mecanismos de control con este objetivo que han incentivado a los diferentes Estados y múltiples actores a asumir mayores compromisos en esta dirección.
Según datos del Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) alrededor del mundo existen 449 reactores nucleares, de los cuales siete se encuentran en América Latina y el Caribe (2019). En este sentido, los tres países que cuentan con centrales nucleares en funcionamiento son México, Brasil y Argentina. En cuanto a nuestro país, el mismo se consagra por ser precursor de la energía nuclear en Latinoamérica y avanzar en el terreno de la generación eléctrica a partir de dicho sector. La actividad nuclear argentina se formalizó en 1950, a través del Decreto Nº 10.936 en donde se pone en manifiesto una visión estratégica con fines de pacíficos. En la actualidad, aproximadamente el 10% de la electricidad proviene de tres reactores nucleares: Atucha I (1974) que fue la primer instalación nuclear en América Latina, Atucha II (2014) y el Embalse (1984). Los tres reactores generan aproximadamente 6,2% de la energía suministrada a nuestro país (Latinamerican Post, 2019). Además, Argentina cuenta con una Comisión Nacional de Energía Atómica -CNEA- (1950) y durante la presidencia de Néstor Kirchner, en 2006, se reactivó el Plan Nuclear Argentino. Uno de los hitos de éste último, fue el reactor CAREM, prototipo que en la actualidad se encuentra siendo construido pero que convertiría en el primer reactor nuclear de potencia diseñado y construido en la Argentina. CAREM se perfila como un actor significativo a nivel internacional, en el segmento de reactores modulares de baja y media potencia.
Por otra parte, el potencial nuclear argentino y su capacidad de insertar al país en la vanguardia de este sector, han permitido a la Argentina expandir los vínculos y la cooperación con el exterior. En este sentido, el socio por excelencia en cooperación nuclear para la Argentina ha sido Brasil. La relación bilateral fue incrementando la confianza mútua paulatinamente, teniendo la creación de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC) como un momento clave y siendo la primera agencia de este tipo en el mundo (1992). De esta manera, Argentina logró colocarse como referente de inspección a nivel internacional (Tognoli, 2019). Igualmente, ambos países cooperan en la actualidad no sólo en la verificación recíproca de sus actividades nucleares sino también en una serie de proyectos conjuntos que buscan concretar el sentido estratégico de la relación. En relación a lo anterior, se destaca la construcción del Reactor Multipropósito Brasileño y el RA-10 de Argentina dos proyectos de gran envergadura e importancia, capaces de abastecer a todo el mercado de radioisótopo Molibdeno-99, el cual resulta clave para el sector de la medicina (Ministerio de Relaciones Exteriores Argentina, 2016).
Por otro lado, el intercambio nuclear ha constituido uno de los puntos centrales de la “alianza estratégica integral” con la Federación Rusa. Durante abril de 2015, y en el marco de una visita oficial a Moscú de la entonces presidenta argentina, Cristina Fernández, se alcanzó la firma de dos acuerdos de cooperación entre ambas regiones. Los acuerdos fueron suscriptos por las empresas argentinas CNEA e INVAP y la contraparte rusa TVEL, ésta última se destaca por ser una importante productora de combustibles nucleares subsidiaria de Rosatom. El objetivo de los mismos, es profundizar la cooperación bilateral en términos de investigación y desarrollo, haciendo hincapié la exportación de tecnología argentina a otros países (Comisión Nacional de Energía Atómica, 2015). Asimismo, durante el G20 en 2018 el mandatario argentino Mauricio Macri y su homólogo Vladimir Putin, firmaron un acuerdo estratégico de cooperación para desarrollar la interacción en el campo de la aplicación energética y no energética de tecnología nuclear con fines pacíficos entre ambas regiones (Sputnik, 2018). El acuerdo incluye, también, la realización de proyectos conjuntos en terceros países y la posibilidad de que ambas regiones operen en la construcción de centrales nucleares flotantes y reactores de alta potencia, en donde se prevé que una de las centrales sea instalada en territorio argentino.
Otro punto de colaboración fuerte dentro de este sector ha sido con la República Popular de China. Argentina cuenta hoy con tres centrales nucleares, y la cooperación nuclear sino-argentina ha determinado la construcción de una cuarta y una quinta centrales nucleares. La primer planta, Atucha III, seguirá la misma línea tecnológica de los otros tres reactores con el modelo CANDU-6 utilizando uranio natural como combustible y el agua pesada como moderador y refrigerante (Infobae, 2018). En lo que respecta a la quinta central, se utilizará el reactor Hualong One (HPR 1000) que contará con un nuevo desarrollo tecnológico a través de la utilización de un reactor de agua a presión (PWR) y emplea como combustible uranio enriquecido y agua liviana como moderador y refrigerante. Ambas iniciativas, fueron impulsadas durante el segundo mandato de Cristina Fernández (2015) y puestas bajo la lupa por el presidente Macri (2016-2018) para luego ser finalmente retomadas (2019). Sin embargo, a pesar que de que ambos proyectos están estipulados para 2020-2021, los mismos han sido frenados producto de la crisis económica argentina que dificulta su financiamiento. Otro de los frenos se adjudican a algunos puntos controversiales presentes en el acuerdo, tales como la presencia de tan sólo un 40% de componentes argentinos en lo que respecta a la fabricación de materiales para Atucha III (El Cronista, 2019) y severas trabas a la hora de obtener licencias ambientales. Empero, a lo largo de este año, Argentina y China retomaron el diálogo en torno al proyecto, intentando Argentina modificar aquellas cláusulas en donde presenta desventajas. Esta colaboración resulta de vital importancia, ya que también pone de manifiesto el alto estatus diplomático de “alianza estratégica” que China asigna sólo a unos pocos países.
Para concluir, nuestro país se posiciona a la cabeza de la vanguardia nuclear latinoamericana. No obstante, el sector nuclear presenta innumerables desafíos en la actualidad. Es innegable que las sustancias radioactivas tienen un efecto sumamente negativo sobre la salud humana, además de que la no implementación de medidas de seguridad adecuadas pueden devenir en catástrofes, tal como la historia lo ha demostrado. Por otra parte, en un mundo donde la Comunidad Internacional requiere soluciones en la lucha contra la crisis climática, la utilización de la energía nuclear sigue siendo una alternativa.
Referencias
Tognoli, Joaquín (2019). Actualización de la cooperación nuclear argentino-brasileña. Columna de opinión. Recuperada de https://www.opeargentina.org/post/2019/05/21/actualizaci%C3%B3n-de-la-cooperaci%C3%B3n-nuclear-argentino-brasile%C3%B1a
OPEA (2018). Informe semanal del OPEA nro. 472. Recuperado de https://www.opeargentina.org/post/2018/05/02/opea-472
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