Luisina Ibañez
El 2020 es un año desafiante para la Argentina y para todos los actores del escenario internacional en su conjunto.
Por un lado, el gabinete económico del presidente Alberto Fernández, con Martín Guzman a la cabeza, deberá maniobrar entre apremiantes vencimientos de deuda que condicionarán fuertemente el desarrollo de la política del gobierno, al mismo tiempo que negocia el pago de intereses, la posibilidad de una quita sobre la deuda e intenta evitar que los bonos caigan en manos de los famosos (o infames) hedge funds, mejor conocidos como fondos buitre, debido a una baja en su valor nominal. Por si esto fuera poco, el ministro de economía deberá procurar que las condiciones que resulten de las negociaciones sean compatibles con un modelo de crecimiento sostenido para el país, que permita reactivar la economía argentina sin dilapidar el capital político del presidente.
En medio un esquema complejo de intereses, como son siempre las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las tratativas quedarán enmarcadas en un contexto internacional que se ha mostrado convulsionado ya desde el inicio del año, dificultando aún más la situación económica y la búsqueda de una salida viable de la crisis económica.
Primeramente, las perspectivas del crecimiento del Banco Mundial para este año son modestas como mucho, previendo un pequeño aumento del 0,1% que llevaría la tasa de crecimiento global a 2,5%. Una cifra prácticamente idéntica a la de 2019 (2,4%), un año considerado de crecimiento débil. Por otro lado, existen otras dos tendencias a nivel mundial que generan igual preocupación: el aumento global del nivel de deuda y la prolongada desaceleración en el crecimiento de los niveles de producción[1].
Aunque las previsiones del Fondo Monetario Internacional eran un poco más optimistas, la epidemia de COOVID-19 C ha ralentizado el crecimiento económico del primer trimestre del año, reduciendo el volumen del comercio internacional y los flujos de capital, y haciendo que las bolsas mundiales mantengan una pronunciada tendencia a la baja. La directora del FMI advirtió en febrero que el crecimiento anual podría verse recortado en hasta un 0,2% para este año.
El hecho de que China haya sido el país foco de la epidemia y, por lo tanto, el país más afectado, tuvo graves repercusiones en los flujos comerciales; dado el peso que tiene la demanda china en las proyecciones de empresas y productores y por ende, en el crecimiento global. Está depresión generalizada de la actividad económica no solo puede generar problemas a la hora de las negociaciones con el FMI, haciendo que los inversores estén menos dispuestos a una quita de deuda y bajando el precio de los bonos[2]; sino que también complica el esquema de recaudación tributaria, aspecto ya agravado por el conflicto con el campo, y contribuye a la depreciación cambiaria[3].
Las monedas de los países emergentes han sufrido de primera mano la desaceleración económica. Solo en febrero, el real brasileño se depreció un 5,7% en relación al dólar, uno de los movimientos más notorios en la región. Por otra parte, el peso mexicano sufrió un retroceso de 3,4% frente a la divisa norteamericana, y el peso argentino se ubicó detrás, perdiendo un moderado 3% debido a los fuertes controles internos de cambio[4]. El índice global del dólar, que mide su fortaleza frente a otras seis monedas, mantuvo una tendencia alcista desde principio de año, aunque acentuada a partir de la segunda quincena de marzo[5].
Si bien la cotización de todas las bolsas y de la mayor parte de las industrias a nivel mundial han sufrido severas caídas, los instrumentos financieros relacionados con países emergentes se han mostrado especialmente sensibles a estas fluctuaciones negativas. Así se puede observar en el indicador que más frecuentemente se usa para medir la performance de los mercados emergentes, el iShare MSCI Emerging Markets (EEM).
Gráfico 1: evolución índice iShare MSCI para mercados emergentes
Fuente: investing.com
Podemos ver que el índice MSCI para los mercados emergentes (un índice que rastrea el comportamiento de las inversiones en valores de empresas de países emergentes, con un nivel de capitalización medio y alto) muestra una tendencia a la baja desde fin de febrero y especialmente, principios de marzo, coincidiendo con los que hasta ahora son los momentos más álgidos de la pandemia de COVID-19.
La pronunciada tendencia bajista del MSCI EEM indica que las acciones de compañías de los países emergentes están siendo sobrevendidas, lo cual se refleja en su precio de mercado de forma negativa[6]. Esto sucede en el caso de YPF, cuyas acciones muestran una acentuada caída a niveles que permanecen mucho más bajos que la primera mitad del 2019.
Gráfico 2: evolución precio de las acciones de YPF ADR en la Bolsa de Nueva York
Fuente: tradingview.com
Este comportamiento también se replica en las acciones de empresas argentinas cotizando en el exterior, como Mercado Libre[7], Ternium[8], Pampa Energía[9], Banco Macro[10], IRSA Propiedades Comerciales[11], y más fuertemente en EDENOR[12] y Despegar.com[13]. Si bien se espera el correspondiente efecto rebote que se opera luego de caídas abruptas, es preocupante el bajo nivel relativo que han alcanzado las cotizaciones de las empresas argentinas.
Ante este panorama internacional, el gobierno argentino parece tener disponibles pocos cursos de acción. Si bien a nivel mundial las tasas de interés han alcanzado un mínimo histórico y los gobiernos buscan estimular la economía por medio del gasto y el estímulo fiscal, estas no son alternativas que Alberto Fernández tenga a su disposición. La política monetaria resulta poco efectiva en simultáneo con un cepo rígido al dólar, aunque éste no impide que la brecha entre el dólar oficial y el dólar blue continúe agrandándose. Permitir que el dólar oficial actualice su valor llevaría a otra depreciación, aunque bajar las tasas de interés también podría terminar por acelerar la inflación. Por otra parte, las políticas fiscales expansivas no son algo que entusiasme al FMI en un contexto de reestructuración.
A nivel mundial, actores públicos y privados ya preveían que deberían cambiar de estrategia para hacer frente a los retos de una desaceleración económica en el corto plazo, para nosotros la gran incógnita serán las medidas que adoptará el gobierno argentino para remontar las dificultades internacionales y domésticas. Tarea nada simple si recordamos el escaso margen de maniobra con el que cuenta.
En todo caso, el 2020 será crucial para iniciar la recuperación económica del país o nuevamente, prolongar los patrones decepcionantes de una economía que parece nunca terminar de arrancar.
Referencias
[1] https://www.worldbank.org/en/news/feature/2020/01/08/january-2020-global-economic-prospects-slow-growth-policy-challenges [2] https://www.clarin.com/economia/impacto-crisis-global-economia-argentina-renegociacion-deuda_0_AvyCITli.html [3] https://www.clarin.com/economia/fuerte-caida-bonos-argentinos-efecto-coronavirus-guzman-_0_XeJV2wbn.html [4] https://www.infobae.com/economia/2020/03/02/a-causa-de-la-inflacion-argentina-fue-uno-de-los-paises-emergentes-que-menos-devaluo/ [5] https://www.marketwatch.com/investing/index/dxy [6] https://www.nasdaq.com/articles/ishares-msci-emerging-markets-getting-very-oversold-2020-03-09 [7] https://www.tradingview.com/symbols/NASDAQ-MELI/ [8] https://www.tradingview.com/symbols/NYSE-TX/ [9] https://www.tradingview.com/symbols/NYSE-PAM/ [10] https://www.tradingview.com/symbols/NYSE-BMA/ [11] https://www.tradingview.com/symbols/NASDAQ-IRCP/ [12] https://www.tradingview.com/symbols/NYSE-EDN [13] https://www.tradingview.com/symbols/NYSE-DESP/
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