Por Mariana Aiub Robledo
El pasado 2 de marzo, Alberto Fernández inició las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación como lo establece la Constitución: mediante un discurso en donde se da a conocer el estado de la Nación y mediante el cual, tradicionalmente, se establecen los lineamientos que pretende llevar adelante en materia de política interna e internacional.
De manera categórica y como primera definición, Fernández indicó que el objetivo de la política exterior de su mandato será el dinamismo pragmático, en un mundo de soberanías multidimensionales. Seguidamente, afirmó que “siempre tenemos, como pertenencia y como horizonte, a una América Latina unida”. Así, distinguió los dos principales ejes de su discurso en materia externa.
Por un lado, el dinamismo pragmático, que tiene como propósito la inserción global sin exclusiones: asociaciones con países desarrollados, con países emergentes y con países en desarrollo. La mención explícita de China y Rusia, y la más generalizada de “potencias de América y Europa” también nos dan una pista de su orientación en el plano mundial. Se aleja de la administración macrista para establecer cierta línea de continuidad con los vínculos fortalecidos otrora por el kirchnerismo.
Por el otro, la región también tuvo un lugar protagónico. El foco estuvo puesto, en primer lugar, en fortalecer la institucionalidad democrática principalmente en Sudamérica. En segundo lugar, en materia de integración regional, la prioridad la tiene el Mercosur: el norte se ubica en fortalecer una integración no sólo regional sino también global, que a su vez sea social, productiva y democrática de los países que forman parte. Así, se distanció nuevamente de la visión neoliberal de la integración (supeditada a lo comercial) y se acercó a una perspectiva posneoliberal, en donde los aspectos social, político y productivo son pilares centrales de los bloques regionales.
Malvinas tuvo un apartado especial en el discurso. El presidente argentino afirmó que enviará tres proyectos de ley para afianzar la soberanía argentina. Uno de ellos tiene por fin crear el Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y Espacios Marítimos Correspondientes. Otro de ellos se focaliza en marcar el límite exterior de la plataforma continental argentina. Y el tercer proyecto se orienta en modificar el Régimen Federal Pesquero y endurecer las sanciones a los buques que pescan ilegalmente en los espacios marítimos bajo jurisdicción argentina. De esta manera, Alberto materializó su compromiso con prácticamente la única política de Estado que la Argentina ha sostenido a lo largo del tiempo.
Por último, una parte importante estuvo dedicada a la reestructuración de la deuda externa. Se realizó una especial mención al apoyo recibido por parte de Israel, España, Francia, Italia y Alemania, como también por el Papa Francisco y las declaraciones del FMI en torno a la insostenibilidad de la deuda argentina. Luego de calificarla como impagable y de manifestar su voluntad de no permitir que la Argentina vuelva a caer en ciclos de sobreendeudamiento, expresó su intención de reestructurar la deuda nacional.
Con un discurso extenso pero conciso, detallado y claro, Alberto Fernández brindó el perfil completo de los objetivos de su administración tanto en política interna como internacional. En esto último, que es lo que nos atañe, el mensaje es claro: se buscará posicionar a la Argentina como un actor pragmático que intentará forjar vínculos provechosos con los demás integrantes del concierto internacional desde una plataforma regional como es el Mercosur. Lo primero permitirá negociar y obtener beneficios para los argentinos y argentinas, mientras que lo segundo otorgará una visión regional para defender valores propios latinoamericanos.
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