*Por Florencia G. Bonanno
En la actualidad, el cambio climático es uno de los mayores desafíos para la comunidad internacional. El mismo constituye una amenaza global, que no conoce de fronteras ni de culturas, posicionándose como una problemática transversal que además se extiende a través de todos los aspectos de nuestra vida mundana. Asimismo, a principios de 2024, el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres sostuvo que la era del calentamiento global había terminado, y que en cambio, la era de la “ebullición global” había comenzado. Sin ir más lejos, estos efectos estuvieron presentes en las olas de calor registradas durante julio y septiembre de 2023 en los distintos hemisferios; teniendo además un fuerte impacto a nivel local materializado en fenómenos tales como la sequía, los incendios desmedidos, inundaciones, la propagación del dengue, entre otros.
Asimismo, dentro de la lista de “desafíos compartidos por la humanidad” aparece un abanico complejo, compuesto por distintas temáticas: el aumento de la desigualdad y la pobreza estructural, las migraciones, el riesgo de conflictos armados, solo por mencionar algunos. Muchos de ellos, vienen desde hace años quitando el sueño a muchos. Otros, van a acentuándose con el paso del tiempo, y agregando nuevas complejidades con severas consecuencias para el desarrollo de la comunidad internacional en su totalidad.
Ahora bien, la buena noticia es que desde hace varios años se ha planteado la necesidad de brindar una respuesta conjunta que permita alcanzar el desarrollo, y construir un planeta mejor para las nuevas generaciones. Los anteriormente denominados “Objetivos del Milenio” pasaron a conformar los “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (ODS) con una Agenda para 2030. Dicha Agenda fue aprobada en 2015, contando además con la participación indiscutida de la argentina, Susana Malcorra para que el proceso fuera exitoso. De esta forma, la totalidad de los Estados Miembros de Naciones Unidas aprobaron los 17 ODS que tienen por finalidad determinar una “hoja de ruta planificada” para que los Estados, empresas, actores de la sociedad civil puedan promover la acción climática, luchar contra la pobreza, generar alianzas para la paz, solo por nombrar algunas acciones que luego se anclarían como piedras basales para la cooperación internacional.
Habiendo asumido dicho compromiso, aunque si bien el mismo no es jurídicamente vinculante, nuestro país comenzó a implementar la Agenda 2030 en enero de 2016. En esa oportunidad se designó al Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales como punto focal encargado de coordinar la adaptación al contexto nacional, y su posterior seguimiento, sobre la base de su experiencia desde 2003 en la implementación de la Declaración del Milenio y de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Posteriormente, en junio de 2020, el Consejo convocó a la conformación la Comisión Nacional Interinstitucional de Implementación y Seguimiento de los ODS, planteándose además como fundamental la necesidad de contar con liderazgo y decisión política tanto en la revisión de las metas de los ODS como en el establecimiento de las metas intermedias y finales de los indicadores, a su vez que asegurar la incorporación de un enfoque sólido en materia de medición estadística (Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, 2020).
En relación con lo anterior, la Agenda 2030 también ha sido implementada a nivel local, constituyendo un proceso significativo de gobernanza subnacional. Según datos de la Comisión de Sustentabilidad del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG), para 2018 al menos 20 jurisdicciones adhirieron al compromiso de los ODS, destacándose entre ellas: Buenos Aires, Catamarca, Chaco, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta, San Juan, Santa Fe, Santiago del Estero, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur y Tucumán.
No obstante, el camino hacia los ODS comenzó a transitar un retroceso a partir de la administración de Javier Milei, quien en reiteradas ocasiones sostuvo que “el cambio climático es otra de las mentiras del socialismo”, y afirmando el funcionario en distintos espacios multilaterales como el Foro de Davos o la última Asamblea de la OEA, que Argentina no formaría para de la Agenda 2030, “ya que es una agenda altamente contaminada contraria a las ideologías liberales”. (Leonardelli, 2024). El batacazo final se dió recientemente en el Pacto del Futuro, con Diana Mondino a la cabeza.
La denominada Cumbre del Futuro, tuvó lugar los días 22 y 23 de septiembre, en la sede de Naciones Unidas, previo a los debates de la Asamblea General. La misma tuvo como resultado la aprobación del “Pacto del Futuro” negociado a nivel internacional y orientado a la acción. El mismo extenderá la Agenda 2030 a la Agenda 2045, buscando implementar reformas profundas en las instituciones globales y proponiendo más de 100 iniciativas para garantizar el desarrollo económico, social y político de las generaciones actuales y futuras, a través de múltiples capítulos que versan sobre: el desarrollo sostenible y financiación del desarrollo; la paz y seguridad internacional; la ciencia, tecnología e innovación y cooperación digital; juventud y generaciones futuras y transformación de la gobernanza mundial. Se destaca también que la jornada dió nacimiento al Pacto Digital Global y a una Declaración sobre las generaciones futuras, entre otros hitos. Minutos antes de brindar su discurso, la Canciller anticipó en su cuenta de X el posicionamiento que tendría nuestro país, y posteriormente en su discurso remarcó que:
(...) “ La Argentina está decidida a trabajar en un marco de libertad para los individuos, que puedan tomar sus decisiones y ser responsables de sus acciones bajo reglas de juego parejas para todos. Queremos enfrentar los retos del terrorismo, las amenazas a la integridad territorial, a la democracia, a la seguridad internacional y al desarrollo económico. Para ello, tomamos como guía los propósitos y los principios de la Carta de las Naciones Unidas. Los desvíos respecto a estos propósitos y principios generan problemas no sólo al propio país -que pierde su propio faro de libertad- sino para los que con él interactúan”. “La Argentina está decidida a trabajar en un marco de libertad para los individuos, que puedan tomar sus decisiones y ser responsables de sus acciones bajo reglas de juego parejas para todos. Queremos enfrentar los retos del terrorismo, las amenazas a la integridad territorial, a la democracia, a la seguridad internacional y al desarrollo económico. Para ello, tomamos como guía los propósitos y los principios de la Carta de las Naciones Unidas. Los desvíos respecto a estos propósitos y principios generan problemas no sólo al propio país -que pierde su propio faro de libertad- sino para los que con él interactúan” (...).
Para finalizar su speech, Mondino, utilizando un concepto poco habitual en la jerga de la diplomacia o más bien, un concepto totalmente inexistente para el derecho internacional sostuvo que “Argentina se disociaría del Pacto del Futuro”, agregando además que el actual gobierno considera que muchos de los puntos de este pacto con sus anexos presentan reservas y objeciones o son retardatarios de la nueva agenda de Argentina; y que las acciones que propusó la nueva gestión no fueron tenidas en cuenta. Quizás habría que detenerse en este último punto, ya que a pesar de que el discurso dejó en claro que los principios liberales del gobierno argentino no coinciden con la Agenda 2045, se abre un espiral de reiteraciones por parte de la Canciller en postulados que sí están presentes en el Pacto naciente y encuentran una sinergía con la propuesta. Otros países que decidieron no firmar el Pacto del Futuro fueron Rusia, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte y Bielorrusia.
A posteriori, cabe preguntarse cuáles serían algunas de las consecuencias para nuestro país luego de este suceso. En primer lugar, la gestión de turno persigue como uno de los grandes objetivos el ingreso a la OCDE, el cual requiere el cumplimiento de ciertos estándares que forman parte de la ruta de la sostenibilidad. Se abre aquí una incógnita bastante grande. En segundo lugar, el Green New Deal de la Unión Europea, también conocido como “Pacto Verde Europeo” contiene una pila de disposiciones legislativas, comerciales y otras vinculadas fuertemente al cumplimiento de estándares ambientales. Claro que es importante el comercio justo, pero será más difícil que exista un intercambio comercial con esos requisitos, si Argentina no está preparada para las exigencias europeas y también las de otras partes del mundo. En tercer lugar, y no menor, el acceso al financiamiento estará delimitado a cumplir con postulados sostenibles, y la economía de nuestro país necesita seguir camino a la reactivación total. Por último, en un mundo totalmente volátil, incierto, complejo y ambiguo tanto el multilateralismo como la cooperación son claves para enfrentar el nuevo orden. Para esto, se necesita de una Argentina que esté inserta a nivel internacional, donde no se ponga en primer lugar la batalla ideológica (una historia cuyo final ya todos conocemos) y sí se priorice, en cambio, el bienestar de la población y de las futuras generaciones.
Bibliografía:
Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, Gobierno de Argentina (2020). Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/objetivos_metas_e_indicadores_nacionales_alta_v6.pdf
Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG), Comisión de Sustentabilidad (2018). Disponible en: https://www.iapg.org.ar/ods/la-industria-y-los-ods.html
Leonardelli, G (2024). Columna Observatorio de Política Exterior Argentina (OPEA). Disponible en: https://www.opeargentina.org/post/la-pol%C3%ADtica-ambiental-de-javier-milei
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