Por Lic. Antonela Busconi
El 20 de junio se conmemora el Día Mundial del Refugiado en un contexto en el que se registra la mayor crisis desde la II Guerra Mundial. La persecución, los conflictos y las violaciones de los derechos humanos siguen obligando a las personas a huir de sus hogares y buscar seguridad en Europa. De acuerdo a datos de la ACNUR, 107.192 personas han arriesgado sus vidas intentando llegar a Europa durante el 2018.
Conforme a la Convención sobre el Estatuto de Refugiados (1951) se define como refugiada a aquellas personas que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda, o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él. Resulta importante destacar la diferencia entre refugiados y migrantes, ya que estos últimos eligen trasladarse principalmente para mejorar sus vidas al encontrar trabajo o por educación, reunificación familiar, o por otras razones y no a causa de una amenaza directa de persecución o muerte. A diferencia de los refugiados, quienes no pueden volver a su país de forma segura, los migrantes continúan recibiendo la protección de su gobierno.
La mayoría de la población refugiada mundial está compuesta de mujeres, niñas y niños, representando el 80% aproximadamente. En el caso de las mujeres y las niñas hay evidencias de que su condición de género las convierte en personas con una situación de alta vulnerabilidad, tanto en las zonas de conflicto como cuando salen desplazadas y en el nuevo destino donde se han refugiado. En todo este proceso, las mujeres por su condición de género se exponen y viven más riesgos, discriminaciones y violaciones de sus derechos fundamentales.
Durante el mandato de Mauricio Macri, la cuestión de los refugiados fue uno de los ejes anunciados como prioritarios de su política exterior. En este sentido, en su primera intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre de 2016 manifestó el compromiso de Argentina con los refugiados anunciando que se recibieron a refugiados sirios o de países vecinos. En esta misma línea, en el marco de las propuestas de integración económica con la Unión Europea, acompañó las mismas con el ofrecimiento de ayuda humanitaria con el fin de descomprimir la crisis de refugiados sirios, convirtiéndose en el primer país de América Latina en hacer una oferta concreta en materia de refugiados.
En este contexto, se debe recalcar la vigencia del “Programa Siria”, creado en 2014, el cual establece un régimen especial para facilitar el ingreso al país de extranjeros afectados por el conflicto armado, incluyendo a personas de nacionalidad siria y sus familiares, y a aquellas de nacionalidad palestina residentes habituales o que hubieran residido en ese país y recibido asistencia por parte de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA). Cabe aclarar que los beneficiarios del Programa Siria ingresan al país como residentes temporarios en el marco de la Ley Nacional de Migraciones 25.871 y, en consecuencia no son reconocidos como refugiados en los términos de la Convención de 1951 o la Ley argentina 26.165 de reconocimiento y protección al refugiado. Aun así conservan el derecho a peticionar el reconocimiento de la condición de refugiado en el país mediante los procedimientos vigentes. Lo interesante es que dicha ley contempla las situaciones de especial vulnerabilidad en la que pueden encontrarse las mujeres, niños, niñas y adolescentes no acompañados. Conforme al artículo 53, tanto las mujeres como los niños o niñas pueden presentar una solicitud en forma individual, es decir, en forma independiente al jefe de familia. En este sentido, puede presentarse una solicitud de protección, por temor a la violencia sexual y de género. Es decir, que en Argentina se reconoce la situación de las mujeres que han sufrido la violencia de género y se les da un tratamiento especial, más allá de que explícitamente en la ley no se reconoce la violencia de género como una causal para el reconocimiento del estatus de refugiado.
Con el inicio del mandato del presidente Macri, se anunció que se recibirían 3000 refugiados en el marco del Programa Siria, lo cual no se ha cumplido hasta el momento ya que sólo se han recibido el 10% de la totalidad de personas anunciadas (hasta febrero de 2019 se solicitó el ingreso de 945 personas sirias). Entre otras cuestiones, se alude la falta de un presupuesto global para sustentar toda la estrategia del traslado e instalación de los refugiados; los problemas que hay en la frontera del Líbano para hacer un estudio de inteligencia para evitar que vengan eventuales infiltrados del terrorismo; la escasa estructura que mostraron algunas provincias para recibir a los sirios que escapan de la guerra y/ o la falta de interés de los mismos sirios en venir a la Argentina. Un dato interesante es que el 58% de los trámites se realizaron para facilitar el ingreso de varones sirios, y el restante 42% fueron para mujeres.
En términos generales, si bien la cuestión de los refugiados se estableció como eje de la política exterior de Mauricio Macri, durante su mandato no se han acogido los refugiados sirios anunciados, sobre todo por obstáculos impuestos por el mismo gobierno. Entre estos, la introducción de chequeos de seguridad -aparentemente orientados por hipótesis relativas al accionar terrorista en y de organizaciones de países árabes- que han generado interrogantes entre llamantes y personas sirias cuyas visas humanitarias han sido denegadas. Por otro lado, si se hace efectiva la inminente reformulación del Programa Siria, la solicitud de ingreso interpuesta a favor de quienes aún residen en Siria seguirá vigente únicamente para llamantes familiares. Es decir que quienes estén en Siria pero no cuenten con parientes en Argentina en condiciones de constituirse en llamantes no podrán aplicar al visado humanitario. Para ellos se reduce la puerta que les permitiría una opción viable, regular, segura y ordenada para salir de su país e ingresar a otro. Finalmente, una de las asignaturas pendientes es la redistribución del compromiso, la solidaridad y los esfuerzos articulados localmente en el marco del Programa Siria hacia otras poblaciones amenazadas y desplazadas.
Frente a estas barreras, los principales riesgos terminan recayendo en la población con mayor vulnerabilidad que son las mujeres, niñas y niños. Las mujeres se encuentran entre los grupos de población más afectados por los conflictos armados, la mayoría de ellas huyen para evitar ser reclutadas por los grupos armados, o para evitar que sus hijos o hijas lo fueran. Las mujeres refugiadas enfrentan retos mayores relacionados con el hecho de ser un sector excluido dentro de otro.
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